martes, 9 de junio de 2015

Gritos y codazos

Historias cotidianas

Gritos y codazos
Ernestina Roldán

Por fin llegamos, realmente son quince minutos caminando y fueron como ocho en combi, pero a mí se me hicieron como chorro cientos de minutos. Ya está todo listo, las sillas puestas y la lona con la foto de Sergio; sin darme cuenta, le meto un codazo a mi compañera con tal de estar más adelante que ella, quiero verlo subir al escenario, ver sus labios de cerca, sus ojos claros que tanto he mirado últimamente por internet. Sé que su padre es muy famoso, que son de alguna manera idénticos, que les gusta el teatro, que Sergio ha sido la voz de unos de mis personajes preferidos. Me descubro más que contenta con la presencia de Sergio. Parece que veo en una película mi codazo hacia Inés para meterme en la primera fila y verlo de cerquita.
Él comienza su lectura, “acuérdate” dice y yo siento cada una de sus silabas clavadas en mi cabeza, no sé en que momento me pierdo entre tantos “acuérdate” y estoy totalmente absorta mirando sus gestos y su rascado continuo de cabeza  ¿tendrá piojos? Me descubro pensando en estos espantosos animales y recuerdo como mi madre le quitaba las liendres a mi hermano con un peine bien cerrado que compró en el tianguis. No, como crees me contesto, como va a tener piojos, de seguro, es un tic, no, no, de seguro es una manera de llamar mi atención. Él sigue leyendo el cuento Rulfo, muchos lo siguen y yo hago un esfuerzo por alejar mis pensamientos y escuchar más, me gusta su alegría y sencillez, me gusta que esté en la escuela y que lea con su voz cámbiate a ratita, a personaje de “Los simpsom’s”. Su voz hoy está frente a mí, no frete al televisor o la película, lo tengo tan cerca que basta atreverme y lo puedo abrazar.
Sergio cambia de tono, comienza a leer una historia de amor que nos pone color jitomate, Rabia se llama, una historia que sucede en Chile entre una mujer dedicada a la limpieza y un albañil;  me recuerda la historia de los abuelos, ella trabajando en una casona de la ciudad, él albañil construyendo el tercer piso, ellos solos en la casona, ellos enamorándose, huyendo de los autos de la ciudad y los domingos de alameda, él trayendo a mi madre a su pueblo, al origen del mole prieto, ella con su tez blanca de Michoacana llegando a Tlaxcala, ellos teniendo hijos, ella en el quehacer de su propia casa, teniendo hijos y luego nietos entre ellos yo como su primogénita.

Sergio me hace volar, su voz me lleva a los recuerdos de infancia, a los codazos,  a atreverme, por eso cuando comenzó a pedir participantes en la lectura alcé la mano, como realmente soy muy tímida pasaron otras niñas, dos o tres leyeron más de la novela Rabia,  otra nos invitó a participar en una revista estudiantil, y yo alzaba y alzaba la mano, nada. Pasó Ilse emocionada por sus famosas de Salas de lectura y de pronto me vi leyendo junto a Sergio, me puse bien nerviosa, porque a diferencia de todos me atreví a decir que soy escritora, que tengo varias novelas, que mis personajes son de ciencia ficción y tienen voz, una voz de ratita o de personaje amarillo, su propia voz, entonces leí desde mi teléfono a una de mis personajes, me equivoqué mucho y no había poder humano que me parara, era mi primera vez anta un público de más de quinientos, estaba poseída por la emoción de leer, había de pronto roto con toda esa timidez que me hace sentarme hasta atrás, que me lleva a la soledad de la lectura, había roto esa tendencia gracias al joven, a la voz de la ratita, leí y leí hasta que mi voz tomó forma, gracias Sergio,  ahora todos saben que tengo voz, que existo, que soy invisible, que escribo, que tengo sueños.