DESESPERADA
Por Ernestina Roldán
A
lo lejos se escuchaba esa cantaleta
sabatina “colchones, lavadoras, fierro viejo que venda”. Tenía la opción de
deshacerme por fin de todo lo usado, inservible, roto. Tomé la decisión y vi salir los colchones chipotudos,
el trastero de la abuela, las sillas arrinconadas, hasta el televisor.
Me dieron doscientos pesos por todo. Ahora sentada en el quicio de la
puerta, pienso en la cara que pondrán mis hijos al ver todo el departamento
vació, eso sí, les compraré un pollo para cenar; y hasta me alcanzó para un
poco de pan para mañana.
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