jueves, 29 de marzo de 2018

Luna Ciega por Ernestina Roldán


Luna ciega

 Ernestina Roldán

—No sé qué fue: la luna que alimentaba el celo animal de nuestros cuerpos o la neblina que escurría por nuestra piel para convertirse en agua. Estábamos entre las milpas con las manos enlazadas en un suspiro que ascendía al ritmo que marcó nuestro cuerpo. Sudamos. Luego: falda, pantalón, camisa, medias, ojos: ropa como cascada cayó al suelo y se fue con la corriente, nos olvidamos de esposo, niño, novia, casa, perro. Desnudos con el calor de la noche y el lento rumor del aire, nuestro cabello voló en busca de una guirnalda perdida en el desierto. Desierto de ropas hallamos el campo cuando nos disponíamos a partir.

Caminamos protegidos por las sombras de la noche, algunas luces del pueblo se prendieron, un grito y en los separos regresamos a la cotidianidad de siempre. Llegó la novia con: vieja, loca, perversa, chaparra y gorda. Se fueron juntos, la madrugada caló mis huesos.

Desde esa luna no lo he vuelto a ver, Juan y los niños creen que fue un asalto: solo el carcelero me recuerda aquella noche, cada luna hay una renta que pagarle.


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