Ernestina Roldán
Rubén
llegó a su casa chorreando, con la mochila y útiles mojados, apenas y
saludó con un ya llegué y subió con su
mal humor a cambiarse, sus útiles eran tinta corrida por todas partes, los sacó
uno a uno y los puso en el piso para que se secaran, fue a darse un baño,
apenas había girado la llave del agua cuando escuchó la voz de su hermana:
—
¡Rubén! no te tardes que ya está todo preparado, pero ¿Cómo se te ocurre
meterte a bañar? apúrate, ya está todo listo para la comida.
Y
él con su humor de la patada, para fiestecita de cumpleaños no estaba, menos
con las cubetas de agua en la escuela y para colmo ¡quince!, además; no hacia
ni tres meses que había muerto su padre, su viejo querido, y a hermanita se le
ocurría hacer un festejo de quince años. En medio de su mal humor se vistió de
prisa y bajo con su eternamente ceño fruncido.
En
la mesa Marilú, su hermana mayor y madre discutían. Marilú tenía el rostro
desencajado, a punto del llanto y su madre negaba con la cabeza, al ver esto
Rubén se dijo que ése no era su día. La madre se levantó y lo abrazó
efusivamente, más de lo acostumbrado, más aún que cuando le dio la noticia de
la muerte de su padre;
—Felicidades,
le dijo, eres muy importante para mí, te quiero, siempre te voy a querer, siempre
he querido que seas feliz, siempre te voy a seguir queriendo.
Marilú,
tímida los invitó a que se sentarán. que no tardaría en llegar Marcos. Para
Rubén era comprensible que su madre estuviera nerviosa y pensó que era porque
su hermana había invitado al novio a casa, pensó que era lógico que Marilú,
después de enviudar, decidiera encontrar otro amor, así que haciendo un
esfuerzo por sonreír trató de hablar de otra cosa, preguntó por sus sobrinos,
que a qué horas llegaban. Marilú le dijo que estaban en casa de su tía, que
éste día, el día de sus quince años, comenzaba a dejar de ser un niño para ser
un hombre, que hoy era una fecha muy importante para él, que le dirían los
secretos de la familia y que sus sobrinos estaban muy chiquitos para enterarse.
Rubén, supuso que Gode se casaba, o que iban a hablar de la herencia y que como
ya era un joven este era su regalo, la bienvenida al mundo de los adultos.
Tocaron el
timbre, Marilú se arregló el vestido y dirigió a la puerta, de la boca de la
madre se escuchó un:
—No abras
hija, Mari no; mejor otro día. Hace tan poco de la muerte de tu padre, que
mejor en otro momento platicamos, es muy precipitado ¿no te parece?
Marilú no
volteó a mirarla y decidida abrió la puerta, era Marcos. Lo presentó con Rubén.
Marcos saludó a la madre como si la conociera de años, se sentó a la mesa,
Marilú empezó a servir en silencio la sopa, entre cucharada y cucharada decía:
—Rubén cumple
quince años, que rápido se pasa el tiempo, mamá ¡te das cuenta! ¡Quince años!
dentro de poco será un hombre, a esa edad conocí a Marcos ¿se acuerdan?
Marcos
callaba y asentía, la madre miraba con atención los labios de Marilú. Rubén,
sentía un hueco en el estómago, de plano se decía que hoy no era su día y
recordaba los baldes de agua helada sobre su cuerpo, y él, hecho un ovillo
junto a los bebederos escolares. Empezó a comer, en silencio, queriendo que ya
pidieran la mano, comieran rápido y se fueran, el tal Marcos; le cayó mal desde
su entrada:
— ¡Mucho gusto Rubén! te traje unos patines, feliz cumpleaños.
Viejo
hipócrita se decía, mientras Marcos señalaba con la mano una bolsa llena de
obsequios. La mesa era un homenaje al silencio, si no contamos los intentos
frustrados de Marilú por romperlo. La madre no dejaba de observar a Marilú,
cada movimiento, cada gesto, así llegaron al pastel, las mañanitas y todas esas
cosas que Rubén detestaba, contaba los segundas para ser libre, ir a su cuarto,
estar solo, solo, solo.
Así que se
atraganto el pastel y anunció su partida, Marilú le dijo que no se podía ir,
que Marcos había venido sólo para conocerlo, que tenían que platicar con él, la
madre pareció despertar de un sueño y gritó:
— ¡Gode te
digo que desistas! es una tontería, no, no lo hagas.
A Marilú se
le escurría la cara de tanto llanto, que apareció de pronto como contenido en
el tiempo, abrazaba a Rubén:
— ¡Perdóname
Gordo!, ya no puedo no puedo seguir callando, lo hice a la fuerza, Rubén, de
verdad yo no quería.
Rubén no
entendía nada, la madre dijo:
—Silencio todo,
basta de dramas, Rubén esto te incumbe a ti, así que espera unos minutos y
escucha, escucha con el corazón hijo, con el corazón.
Hizo una
pausa que a Rubén le pareció eterna y continuó:
—Marcos Y
Marilú son tus verdaderos padres, cuando ella se embarazó de ti era muy pequeña
y decidimos que lo mejor era que...
Rubén dejó de
escuchar no podía quitarse la idea de la cabeza, su madre verdadera era su
hermana Marilú, ¡no! y ese tipo, no, eso lo estaba soñando, tenía que
despertar, quiso salir corriendo, la mano de Marcos lo detuvo: —hijo no me das
un abrazo.
Rubén no
pudo, no, no era su padre, papá había muerto hace poco, él había estado allí
querían que lo olvidara, no eso no era verdad se decía mientras subía las
escaleras del departamento hacía su cuarto. Abajo todo eran gritos. Rubén
abrazaba sus libros y cuadernos. Abajo reclamos: Rubén se abrazaba a su
mentira. La madre tocaba la puerta, Rubén le grita que se vaya, la madre en la
puerta llora, Rubén abre, la abraza como si fuera una rama en el abismo, sólo
alcanza a decir: ¿mamá por qué?, ¿por qué?, ¡por qué!
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