sábado, 18 de abril de 2015

Siéntate a comer

Historias Cotidianas

Siéntate a comer

Por Ernestina Roldán

A todos los danzantes de huehues, a las mujeres por el 8 de marzo
y al los Federicos que tuvieron su santo.

Mi bisabuela, originaria de Oaxaca, se llamaba Juana, desde muy joven lucía unas trenzas enormes que le llegaba a la cintura, la conocí con el cabello cano, le gustaba el café Legal bien concentrado con leche, los últimos años los pasó en Tlaxcala contándonos historias de cuando trabajaba en una fábrica, de la noche en que sus hermanas se fueron de adelitas de la vecindad en la Colonia Guerrero donde vivió muchos años… En Tlaxcala estuvo sus últimos años, leía las historietas que me gustaban, la Familia Burrón, Archie,Timbiriche, el hombre araña; le gustaba ver desde la ventana el paisaje, la Malintzi y disfrutaba muchísimo las procesiones de semana santa y en especial los Huehues que siempre se ponen a danzar frente a mi casa.
A mamá Juanita, como le decíamos, le gustaba cocinar, hacía unos frijoles refritos deliciosos con aceite de oliva, los movía en el sartén y saltaban hasta formar un molotito, frijoles chinitos los nombrábamos, definitivamente estaba hecha para atendernos porque siempre que le decíamos “siéntate con nosotros” tenía algo que traer de la cocina, una tortilla caliente, el guisado, la servilleta, poner el café, el caso es que recuerdo a todos diciéndole siéntate a comer, y ella respondiendo: si claro ahorita; y realmente no tengo memoria de que se sentara en la mesa, pero sí de sus ojos brillantes frete a los hombres de la máscara y las plumas, yo creo que su tataranieto, al que no conoció, le heredo ese placer por la música, por el baile, por los Huehues, lo digo porque en Tlaxcala el Carnaval se pone en grande, por ejemplo en el Instituto de Cultura hay una exposición de obras relativas a esta fiesta, en la Casa del Artista hay una exposición de Máscaras intervenidas donde se pueden ver los trabajos de consumados pintores, dibujantes, escultores, poetas y hasta editores, en Contla de Juan Cuamatzi los catrines se gastan millonadas en hacer sus trajes y que pensar de los Charros con sus enormes látigos o los plumajes enormes de Tenancingo; las calles de la capital, de las comunidades, de todo el estado se llenaron de música y el pequeño tataranieto se ponía a bailar en cada esquina con su máscara de Huehue y una sábana que quién sabe de dónde saco que utilizaba como capa.
Federico, nombre del tataranieto,  imitaba a los charros con un trapo que pegaba al suelo, a los catrines con su sombrero y jugaba con su máscara de papel a cerrar los ojitos, bailaba y saludaba a los huehues, les gritaba desde una esquina donde los veía bailar hasta que uno de ellos alto, ojos azules y con sus plumas enormes lo cargó y se lo llevó bailando, yo me hubiera asustado muchísimo, de hecho siempre me ha dado miedo que me cierren los ojos, no importan sus colores claros ni con su rostro europeo. Al pequeño Federico parecía no darle miedo, sin embargo, después, cuando el mismo huehue quiso llevárselo a bailar corrió aterrado a mis brazos, al ver su cara casi me pongo a gritar pero él no gritó, no lloró; así que guarde la compostura, porque eso sí, de temblar, temblaba. Luego, al poco rato ya estaba igual, persiguiendo huehues y baile que baile.
Yo creo que Juanita estaría feliz de ver a este pequeño, aunque a ella le tocó otra época, la época en que la mujer no votaba, la época en que sus hermanas se fueron de adelitas siguiendo a sus hombres, la época en que sonaba el toque de queda y no se podía salir de casa, ella me contaba muchas historias y sus trenzas iban adelgazándose con los años, y sus guisos llenaban la mesa con salsitas de chicharrón y tortitas de papa,  longaniza en salsa verde, hasta que llego el día en que a sus 94 años enfermó, pero antes de morir recuerdo bien que me dijo: hija, baila, baila mucho antes de casarte y nunca te salgas de tu casa, nunca te salgas. Por eso en estos días de huehues, la imaginé complacida viendo bailar a mi hijo, y la recordé también como una mujer ejemplar de lucha y fuerza, y eso de no sentarse a comer parece de familia, aún recuerdo a mi padre diciendo a mi abuela, siéntate a comer con nosotros y me escucho a mi misma diciéndole a mi madre: oye ya siéntate a comer.
Correo electrónico: ernestinacalpulalpan@gmail.com



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